En carrera por los barrios

Dos minutos antes, unos diez autos con números en sus chapas, uno atrás del otro, esperaban para largar. Un hombre con un cartel en el que figuraba el rostro de Patricia Bullrich no dejaba pasar al primer auto. Una mujer que estaba detrás suyo le avisó “¡ahora!”, y él levantó el cartel para dejar transitar. Esa fue su tarea con todos los demás.
En último lugar estaba la ambulancia, la cual por fuera estaba empapelada con afiches de Patricia Bullrich, y por dentro se encontraban catálogos azules de Unión Por Todos, una mesa de plástico blanca acostada, unas sillas tumbadas y unos trapos sin doblar. Armando Tisera, uno de los candidatos, era el conductor y quién hablaba por altoparlantes. Bajó la ventanilla, dejó ver su rostro y saludó a dos hombres que cruzaban la calle. Con algunos de los autos con afiches delante y detrás suyo, se dirigió por la calle que rodea al Riachuelo hacia la derecha si uno apunta su nariz en el sentido en donde se juntan el cielo con el agua. Allí los bares ya no sacaban sus muebles al exterior. Luego ya no había bares, solo unas casas con plantas bajas y primeros pisos, con frentes que querían

Armando toma un plano el cual indicaba las calles por las que tenía que recorrer, y un aviso de velocidad máxima: 30 kilómetros por hora. Esto parecía factible gracias a los baches a los que el conductor respondía con un puñetazo al volante. Dos cuadras más adelante no hacía tanto calor, y solo habían paredones a un lado y otro de la calle en los que estaban pintados con cal aun húmeda los nombres de Bielsa y Macri. Debajo de éstos, en una franja de medio metro, se visualizaba “llrich Dip”. “A este barrio no va a venir Bielsa, ni la Carrió, ni Macri a arreglarlo. Solamente los vecinos, nosotros los vecinos, tenemos que unirnos para arreglar y porque sabemos y conocemos nuestros problemas del barrio. Recuerden, el próximo 23 de octubre…”, repetía el candidato. Una anciana, mirando para abajo, con un saco gris claro de unos talles más grandes que el propio y una bolsa para ir de compras que quizás la había tomado un perro para jugar, se dio vuelta ante las palabras de Armando. No caminaban más personas que ella por esas veredas.
Durante unas ocho cuadras, la ambulancia se dirigió en línea recta, pero luego comenzó a doblar para la izquierda, para la derecha, siendo solo dos cuadras el máximo recorrido sin virar. No se veían casas, ni árboles, ni veredas. Sólo baches y fábricas. Ya no estaban los otros autos. Miró el

Armando volvió a doblar, a transitar calles en las que no habían hogares, a seguir a los otros autos, a acelerar…Se encontró con cientos de personas sobre las calles y exclamó: “¡Uy! No vamos a poder pasar. ¡Qué manifestación que hay!”. Luego notó que era la Feria de Mataderos. Allí volvió a detenerse y a realizar lo mismo que en la anterior parada. Y similar a lo que realizaría en Parque Chacabuco, Parque Patricios, hasta llegar al Parque Lezama, donde

Fotos: Ludovico Consentino Lombardi
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