jueves, octubre 13, 2005

En carrera por los barrios


Los bares habían colocado sus mesas sobre la vereda. Más tarde habrían tenido que agregar algunas más, siempre tratando de no robarles el espacio a los atriles y los puestos de feria en los que posaban mates, bombillas, escuditos de Boca y unos cuadros de Gardel y Maradona. Se escucharon aplausos cuando pasó una ambulancia con afiches pegados en sus puertas, y de ella salía una voz de un hombre que decía: “Vecino de La Boca, el 23 de octubre vote Patricia Bullrich Diputada Nacional, Armando Tisera Legislador”.
Dos minutos antes, unos diez autos con números en sus chapas, uno atrás del otro, esperaban para largar. Un hombre con un cartel en el que figuraba el rostro de Patricia Bullrich no dejaba pasar al primer auto. Una mujer que estaba detrás suyo le avisó “¡ahora!”, y él levantó el cartel para dejar transitar. Esa fue su tarea con todos los demás.
En último lugar estaba la ambulancia, la cual por fuera estaba empapelada con afiches de Patricia Bullrich, y por dentro se encontraban catálogos azules de Unión Por Todos, una mesa de plástico blanca acostada, unas sillas tumbadas y unos trapos sin doblar. Armando Tisera, uno de los candidatos, era el conductor y quién hablaba por altoparlantes. Bajó la ventanilla, dejó ver su rostro y saludó a dos hombres que cruzaban la calle. Con algunos de los autos con afiches delante y detrás suyo, se dirigió por la calle que rodea al Riachuelo hacia la derecha si uno apunta su nariz en el sentido en donde se juntan el cielo con el agua. Allí los bares ya no sacaban sus muebles al exterior. Luego ya no había bares, solo unas casas con plantas bajas y primeros pisos, con frentes que querían invadir la calle y les evitaban a los conductores de autos el tener que bajar la visera para apantallarse. En ese lugar se podían ver hasta tres personas por cuadra, entrando y saliendo de sus casas como si comenzase una tormenta.
Armando toma un plano el cual indicaba las calles por las que tenía que recorrer, y un aviso de velocidad máxima: 30 kilómetros por hora. Esto parecía factible gracias a los baches a los que el conductor respondía con un puñetazo al volante. Dos cuadras más adelante no hacía tanto calor, y solo habían paredones a un lado y otro de la calle en los que estaban pintados con cal aun húmeda los nombres de Bielsa y Macri. Debajo de éstos, en una franja de medio metro, se visualizaba “llrich Dip”. “A este barrio no va a venir Bielsa, ni la Carrió, ni Macri a arreglarlo. Solamente los vecinos, nosotros los vecinos, tenemos que unirnos para arreglar y porque sabemos y conocemos nuestros problemas del barrio. Recuerden, el próximo 23 de octubre…”, repetía el candidato. Una anciana, mirando para abajo, con un saco gris claro de unos talles más grandes que el propio y una bolsa para ir de compras que quizás la había tomado un perro para jugar, se dio vuelta ante las palabras de Armando. No caminaban más personas que ella por esas veredas.
Durante unas ocho cuadras, la ambulancia se dirigió en línea recta, pero luego comenzó a doblar para la izquierda, para la derecha, siendo solo dos cuadras el máximo recorrido sin virar. No se veían casas, ni árboles, ni veredas. Sólo baches y fábricas. Ya no estaban los otros autos. Miró el
nombre de la calle en el cartel de la esquina, la cual no coincidía con la que pedía el plano. Tomó otra calle, pero luego se volvió a encontrar con la misma de antes. Encontró una avenida y se cruzó con otro auto con afiches. Aceleró para reseguirlo hasta llegar a una plaza. El auto se detuvo, su conductor se bajó con una lapicera y un papel en sus manos y se dirigió hacia una mesa de plástico redonda que se encontraba cerca del cordón de la calle. Armando lo imitó. Un afiche con la cara de Bullrich se encontraba pegado con cintas sobre un rombo amarillo en el que estaba pintada la figura negra de una persona con un maletín en una mano. Allí se podían ver a dos mujeres esperando que los conductores firmen una planilla, y luego los dejaban partir. Esa plaza formaba parte del barrio de Barracas.
Armando volvió a doblar, a transitar calles en las que no habían hogares, a seguir a los otros autos, a acelerar…Se encontró con cientos de personas sobre las calles y exclamó: “¡Uy! No vamos a poder pasar. ¡Qué manifestación que hay!”. Luego notó que era la Feria de Mataderos. Allí volvió a detenerse y a realizar lo mismo que en la anterior parada. Y similar a lo que realizaría en Parque Chacabuco, Parque Patricios, hasta llegar al Parque Lezama, donde
terminaría su
recorrida. Los otros autos ya se habían presentado. A esas horas el sol ya proyectaba sombras largas. Armando y una veintena de personas que salían de los otros autos se reunieron en una esquina, enterraron una lanza y colgaron un cartel azul de un metro cuadrado en el que se veía el rostro de la candidata. Desde éste, pendieron dos banderas a cada lado con la leyenda “Unión Por Todos”. Trajeron unas sillas de plástico que se podían apilar, un termo, un mate y una caja de cartón con alfajores, los cuales entregaban a los peatones. Armando se acercó a uno de ellos y le avisó “Ya llega Patricia”. Pero Patricia no llegaba. Una vez que las sombras habían partido, el mate, el termo, las sillas, las banderas y el cartel fueron guardados en los autos, las personas se besaron en sus mejillas, se subieron a sus vehículos y dejaron el parque.

Fotos: Ludovico Consentino Lombardi

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