Martes 17 de Octubre de 2005

Un edificio como tantos otros en Avenida de Mayo al 900, a metros del Obelisco, por afuera con paredes de mármol oscuro, con puertas altas y marcos dorados. La entrada dirige a uno directo al ascensor de tipo antiguo pero bien mantenido, en los que se puede ver los diferentes pisos cuando se está en él, con puertas de metal pintadas de negro, acanaladas en algunas partes y manijas de metal pequeñas y frías.
Las oficinas de Unión por Todos ocupan todo el 3º piso. Atravesando la puerta principal del lugar, hay una sala larga y angosta, en la cual se ven las demás puertas de las ocho o nueve oficinas donde la gente del partido trabaja. Es en dicha sala principal en la cual hay carteleras, mesas con folletos de las propuestas de Patricia Bullrich para la gente que allí se acerca y fotos de sus integrantes en colegios, actos y alguna cena. “Pensá en Patricia, ella piensa en vos” está impreso en un afiche pegado prolijamente en la pared. También se encuentra la recepcionista sentada en su pequeño escritorio comparado con los de las oficinas en donde trabaja el resto.
El aire circula sin problema, los techos son altos, algunas ventanas están entreabiertas y parece no haber polvo por ningún lado. Está prohibido fumar, dado que la señora Bullrich hace meses que dejó de hacerlo, aunque alguien contó que de vez en cuando, en determinados momentos, no hay nada que pueda evitar que fume un cigarrillo.
En una de las oficinas hay dos grandes escritorios de plástico pesado y blanco, ambos con dos computadoras, cuyos monitores están apoyados en dos guías de Paginas Amarillas. El piso es de madera, como el de los salones de actos de los colegios que ya tienen sus años. Ambas computadoras están rodeadas de pilas de afiches, esos grandes que se pegan en las calles, y paquetes de boletas para el día de las elecciones. En una pizarra bastante alta apoyada sobre la ventana se encuentra pegada una lámina blanca que es lo que se mostrará mañana en el acto que harán frente al Congreso, que simbolizará el balance de cuentas de lo que el partido de Patricia utilizó para su campaña, y atravesando esta lámina en forma diagonal la inscripción “Cuentas Claras”, como ironía sobre el actual gobierno y una futura promesa de lo que Unión por Todos propone.
Un señor de unos cuarenta y tantos entra y atrás de él Patricia Bullrich, quien se dirige hacia esta pizarra y le dice: “Remarcá esto con azul, el rojo queda medio feo”, haciendo alusión con su dedo al número que representa el presupuesto final de campaña. Ella se retira de la oficina con un caminar seguro y rápido. Minutos más tarde, este señor, ayudante de campaña, llegó con una cartulina azul en mano y una bolsa llena de cinta adhesiva y marcadores.
Patricia llevaba puesto un traje amarillo de lino, pollera con volados hasta la rodilla y blusa muy elegante. Ella entraba y salía de las oficinas sin hacer mucho alarde de su presencia, pero demostrando cierta impaciencia y ansiedad que seguramente le dure hasta el día 23. Otros candidatos circulaban por el lugar de un extremo al otro, también ansiosos y medios nerviosos. Muchos de estos tienen entre 20 y 30 años, de traje y buena presencia. Todos iban y venían, pero no se podía ver qué hacían exactamente con tanta prisa, parecían muy ocupados y concentrados en algo. Como si buscaran la manera de adelantar el tiempo, de ir al futuro. Porque aunque piensan que van a estar cuartos en los resultados del domingo, quieren asegurarse de ello.
De repente cruzó la sala una señora con una bolsa de Oggi, la zapatería, y dijo: -Me parece que esta bolsa puede servirme para poner todos los sobres-. Iba a salir a la calle a repartir la publicidad de Unión por Todos.
Y para romper este clima de tensión, se acerca un viejo que se autodefinió como “puntero político de Unión por Todos”, con boina, pantalón oscuro y campera típica de abuelo con elástico en la cintura, y se sentó en una de las sillas de la oficina mientras muchos pasaban y lo saludaban. Este saca de su bolsillo un cuaderno-agenda viejo forrado con un afiche de Patricia Bullrich, toma el teléfono y marca unos números, cuando uno de los candidatos entra y espera al lado de este escritorio para poder hacer una llamada. Y el viejito, luego de unos segundos en los que se da cuenta que alguien necesita el teléfono, mira a la persona y le dice: -Esperá, estoy haciendo un llamado importante-. Nadie podría interrumpir este momento clave en el cual lo que buscaba el anciano era que un viejo conocido votara a la lista 175, Unión por Todos.
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