
Sábado 1 de Octubre de 2005
Acoyte y Rivadavia, intersección que juntaba en sus cuatro esquinas a más de 500 personas, algunas de paso, otras establecidas. Una mesa enorme cubierta por telas rojas con la inscripción “Izquierda Unida”, en la cual había un micrófono como de festival de Dj`s. En sus costados dos cajones de madera que soportaban dos parlantes negros y gastados, pero grandes. Música de Bob Marley de fondo, la cual se escuchaba en todas partes. Y por sobre todo la voz del joven perteneciente al partido, quien gritaba al micrófono: “¡Jornada de ocho horas; bolsa de trabajo y capacitación para los desocupados!…”. La multitud de gente cruzaba la Avenida Rivadavia, intentando circular. Mientras, al igual que en el resto de las esquinas, las mesas pequeñas de madera, y otras redondas de plástico, estaban cubiertas por papeles y panfletos de los diversos partidos políticos. La mesa de “Unión por Todos”, la de Patricia Bullrich, no llamaba la atención. Era una más, aunque con cierta clase: no repartían los folletos informativos sobre la campaña a diputado y a legislador de una manera desenfrenada, como rogando que sepan sobre ellos, compitiendo sobre quién reparte más. Era más bien un trato con los vecinos más personal. Hice mi primer contacto con Alicia Ilari, la

Carlos Ibañez y Arturo Gorín, ambos candidatos a legisladores, fueron algunos de los que organizaban muy ordenadamente la mesa de Bullrich. El primero, de unos cuarenta años, llevaba puesto una campera rompevientos azul de tipo deportiva y unos jeans, con unos zapatos marrones informales. Parecía un Dt de alguna sociedad de fomento, no un candidato a diputado, aunque destacaba seriedad y un aspecto prolijo; era el fiel reflejo de un vecino de barrio. El segundo, de unos treinta y pico de años, vestía una remera blanca y unos jeans, también de estilo informal pero más juvenil. Ambos continuaban ordenando la mesita del partido; luego, hacían como si ordenaran la mesita del partido, para finalmente dejar de “hacer que ordenaban” y disponerse nuevamente a repartir los folletines.
Minutos más tarde la mesita de madera del partido estaba frente al parque; aunque paradójicamente, pasaba mucha menos gente. -¡Vayan a poner cara de felices!- dijo a modo de chiste Alicia a los dos jóvenes que tenían en sus manos dos carteles con la publicidad de Unión por Todos. Juan Manuel y Lucio caminaron hacia el semáforo hasta que se puso en rojo; y se pararon frente a los vehículos de la avenida hasta que nuevamente cambió la luz.
Y era verdad: Patricia Bullrich fue al lugar; fue una más entre sus compañeros: -tengan en mano uno y uno-, haciendo alusión a los dos tipos de volantes para diputados y legisladores. Tomó los panfletos y se dispuso a repartir ella también. Tras todo el maquillaje que llevaba puesto, labios pintados de color rojo, y una base de rostro como para un ejército, se podía ver en la cara de Patricia gestos no muy marcados, y sus ojos hacían un paneo lento de todo el lugar y la gente que por allí pasaba,

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