lunes, octubre 03, 2005



Sábado 1 de Octubre de 2005

Acoyte y Rivadavia, intersección que juntaba en sus cuatro esquinas a más de 500 personas, algunas de paso, otras establecidas. Una mesa enorme cubierta por telas rojas con la inscripción “Izquierda Unida”, en la cual había un micrófono como de festival de Dj`s. En sus costados dos cajones de madera que soportaban dos parlantes negros y gastados, pero grandes. Música de Bob Marley de fondo, la cual se escuchaba en todas partes. Y por sobre todo la voz del joven perteneciente al partido, quien gritaba al micrófono: “¡Jornada de ocho horas; bolsa de trabajo y capacitación para los desocupados!…”. La multitud de gente cruzaba la Avenida Rivadavia, intentando circular. Mientras, al igual que en el resto de las esquinas, las mesas pequeñas de madera, y otras redondas de plástico, estaban cubiertas por papeles y panfletos de los diversos partidos políticos. La mesa de “Unión por Todos”, la de Patricia Bullrich, no llamaba la atención. Era una más, aunque con cierta clase: no repartían los folletos informativos sobre la campaña a diputado y a legislador de una manera desenfrenada, como rogando que sepan sobre ellos, compitiendo sobre quién reparte más. Era más bien un trato con los vecinos más personal. Hice mi primer contacto con Alicia Ilari, la secretaria privada de la señora Bullrich, quien muy amablemente me comunicó que minutos más tarde se trasladarían a unas cuadras de allí, al Parque Rivadavia más específicamente. No me dio el motivo de la mudanza. Me pregunté, ¿habrá más gente allí, que toda esta que veo en estas esquinas?
Carlos Ibañez y Arturo Gorín, ambos candidatos a legisladores, fueron algunos de los que organizaban muy ordenadamente la mesa de Bullrich. El primero, de unos cuarenta años, llevaba puesto una campera rompevientos azul de tipo deportiva y unos jeans, con unos zapatos marrones informales. Parecía un Dt de alguna sociedad de fomento, no un candidato a diputado, aunque destacaba seriedad y un aspecto prolijo; era el fiel reflejo de un vecino de barrio. El segundo, de unos treinta y pico de años, vestía una remera blanca y unos jeans, también de estilo informal pero más juvenil. Ambos continuaban ordenando la mesita del partido; luego, hacían como si ordenaran la mesita del partido, para finalmente dejar de “hacer que ordenaban” y disponerse nuevamente a repartir los folletines.
Minutos más tarde la mesita de madera del partido estaba frente al parque; aunque paradójicamente, pasaba mucha menos gente. -¡Vayan a poner cara de felices!- dijo a modo de chiste Alicia a los dos jóvenes que tenían en sus manos dos carteles con la publicidad de Unión por Todos. Juan Manuel y Lucio caminaron hacia el semáforo hasta que se puso en rojo; y se pararon frente a los vehículos de la avenida hasta que nuevamente cambió la luz.
Y era verdad: Patricia Bullrich fue al lugar; fue una más entre sus compañeros: -tengan en mano uno y uno-, haciendo alusión a los dos tipos de volantes para diputados y legisladores. Tomó los panfletos y se dispuso a repartir ella también. Tras todo el maquillaje que llevaba puesto, labios pintados de color rojo, y una base de rostro como para un ejército, se podía ver en la cara de Patricia gestos no muy marcados, y sus ojos hacían un paneo lento de todo el lugar y la gente que por allí pasaba,
como teniendo el control total de la zona, como si durante su permanencia en el Parque Rivadavia ningún ladrón fuera a robar un comercio. Emanaba cierta calma y a su vez con esta calma se veía cierta seguridad en sí misma y autoestima bastante altos. Aunque no tan informal, lucía un pantalón marrón de oficina y un blazer casi del mismo color, pero perteneciente a otro conjunto de ropa. Se dejaba ver una remera de hilo blanca con unos cuadros celestes. Aunque la elegancia pareciera no ser su fuerte, destacaba sin embargo una imagen de vecina de clase media, seria y con buenos modales. Un señor que comenzaba su caminata diaria por la plaza, típicamente vestido (jogging, zapatillas y una chomba), se acercó a ella. Ambos tuvieron una charla totalmente civilizada, sin expresar ninguno de ellos emoción alguna o fanatismo de ningún tipo, como una charla de amigos. Pero en la cara de este vecino había una esperanza depositada en ella, como si fuese la vecina modelo y la perfecta candidata para su partido.Parecía un trabajo en equipo bastante cordial, y aunque se notaba que no se conocían a fondo entre los candidatos de Unión por Todos, sí sabían lo que durante en este tiempo tienen en común: un proyecto político. Y cuyo objetivo parecía ser el contacto cara a cara con los vecinos de Caballito, preferían abarcar menos y apretar más, preferían una afiliación partidaria fiel.

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